
Mi Rosquis, ya sabéis que siempre ha sido un peque delgadito, excepto cuando nació que era un bebé gordito y, por ello, se le quedó este apodo de Rosquis (Rosquillas).
Nunca se ha caracterizado por comer muy bien, pero sí comía de todo y variado y, aunque no "limpiaba" los platos (puesto que nunca le hemos obligado a terminárselo todo), sí que era capaz de comerse unas buenas cantidades de verdura, sopa, carne, tortilla, etc (el pescado siempre ha sido nuestro caballo de batalla y se lo tenía que disfrazar para que se lo comiera un poquito).
Con el inicio del curso en la guarde vinieron los temidos virus (resfriados, fiebres y gastroenteritis) y comenzó a comer muy poco lo que, por otra parte es lo habitual cuando se padecen estos procesos catarrales y estomacales. Pero, al cabo de un mes, le noté una pérdida de peso algo alarmante y lo llevé a la pediatra.
Después de pasar el último resfriado y coincidiendo con sus 34 meses, Rosquis empezó además a "tapear", es decir, que no aceptaba las comidas que antes le gustaban, empezó a rechazar los primeros platos (ni sopas ni verduras) y a comer muy caprichoso y desordenado: Unos cuántos garbanzos por aquí, que unos trozos de jamón o unas bolitas de hamburguesa, algunas croquetas o huevo duro por allá....Y a sustituir las frutas por los zumos azucarados, o como mucho, plátanos.
Casa Rosquillas se ha convertido en dos escenarios a la hora de comer:
-En un "ring de lucha" continua: Si queremos que coma variado y como antes, volviendo a aceptar los platos que solíamos comer o cenar.
-En un buffet libre: Al resignarme y no querer amargarme ni convertir cada comida en una batalla campal de gritos y lanzamiento indiscriminado de alimentos al suelo, le ofrezco los platos que sé que más le gustan, eso sí, sacándole primero lo que toca ese día. Y si, después de intentarlo, no quiere comérselo, pasar a aquellos "alimentos estrella" que sé que no fallan y de los que comerá algo, aunque sea en cantidades de "tapas".
Sé que no es la situación ideal, que la casa no ha de convertirse en un restaurante pero sino, la única alternativa que contemplo es comenzarle a dejar a comer en la guardería. Me preocupa tanto que esté bajo de peso como que no tenga una alimentación variada ni equilibrada, así como las batallitas que vivimos cuatro veces al día siete días a la semana.
¿Qué haríais en mi lugar? ¿Creéis que el comedor escolar puede ser la solución a nuestros problemas con la comida?