Queda poco para el final de curso, se acerca el veranito, la noche de San Juan y las vacaciones y ¿sabéis qué es lo que echaré de menos de cada jornada de guarde? Sobre todo, la mañana y la recogida. Antes de las 9h cuando por la calle sólo transitamos madres y padres con nuestros peques, algunos en silla de paseo, otros, como Rosquis, caminando de la mano de mamá o papá, los más mayorcitos circulando con patinete, llevando con hermanito al lado o yendo solitos. Todos cruzándonos nuestros pasos, cada uno para un cole distinto, en la misma dirección o en la contraria, comenzando la ruta diaria.
Además, echaré de menos el civismo matutino: Los coches que se paran en los pasos de peatones para dejarnos pasar y continuar con el ritual que comienza cada mañana al vestirse, desayunar, salir de casa con la cartera a cuestas (o arrastrando, como es nuestro caso). Nos cruzamos unas familias con otras cada día las mismas, al entrar al cole, y nos miramos, nos sonreimos y nos saludamos, aún sin conocernos, aún con prisas, inmersos en la vorágine y en el ritual escolar.
Llegamos todos al aula, dejamos al peque con la educadora, uno a uno, volvemos a saludar y a desearnos un buen día. Y el peque te dice adiós con ese brillo amoroso en los ojitos, de que está viéndote marchar, le besas, le dejas y te vas, sin esperar un instante, casi sin reflexionar. Luego piensas que se queda allí jugando con sus compañeros, entre gritos,jolgorios, juguetes, cajas para ordenar, batas y lápices de colores.Y cuando vuelves a recogerle te vuelves a cruzar, de nuevo, con algunos padres o madres que van y vienen, esta vez menos, porque hay muchos que al mediodía se quedan a comer.
En la calle a mediodía hay un trajín diferente que a primera hora de la mañana, ves mucha más gente que estrictamente a familias y a trabajadores, te fijas en el camión de reparto, en el cartero, en el camarero del bar que está sirviendo unas cañitas y un aperitivo en la terraza de fuera, en el jubilado que lleva el periódico bajo el brazo buscando la sombra con un perrito faldero a su vera...Y tú vas, de nuevo, con el peque de la mano, con la cartera en la otra, con mil ojos en los pasos -porque parece que esta vez no se paran tanto o hay más tránsito y hay que llevar aún más cuidado, aunque uno ya no va con las legañas aún pegadas al ojo-. Has visto, de nuevo, esa mirada de tu peque al grito de ¡"mamá!" cuándo te ha visto esperarle fuera del aula, nuevos besitos y a empezar la rutina de regreso a casa, para ir a comer. Un día tras otro, esos rituales cotidianos los hemos integrado y, por ello, pienso, a veces con nostalgia, y ahora para vacaciones...¿qué haremos, cómo llenaremos el tiempo? ¿Lograremos una nueva rutina estival? ¿Necesitamos un nuevo y mágico ritual para el verano?